UN SUBMARINO EN LAS RUTAS ASTRALES
Submarinos en los caminos astrales
No es seguro que la denominada “poesía pura” de Paul Valery ignorara las profundidades donde la luz del sol no llega; antes bien al contrario, existe en ella una contraposición entre las sombras bajo las rocas y la vacilante, aunque indiferente presencia de las luminarias astrales. En cualquier caso, su aportación a la poesía fue la de la búsqueda infatigable de la belleza, no ajena, según exégesis recientes, al devenir de los seres humanos por la Tierra. El submarino de José Manuel Vivas navega por los fondos abisales y quiere elevarse a las estrellas mediante la belleza de la poesía.
El lector tiene en sus manos un reto, el de un poeta que lucha por superar un escalón nuevo, difícil y diferente a su ya dilatada obra. Y lo consigue. Cuando llegó a nuestra editorial el manuscrito, reconocimos en él al Vivas preciso, exhaustivo, dominador del vocabulario, desarraigado, que se imbrica profundamente en cada poema, pero percibimos enseguida , y con satisfacción, que el escritor había dado un paso por derroteros distintos en paisajes conocidos. El submarino, un trasunto del propio poeta o del lector interpelado por los versos,se sumerge allá donde deberían perderse las raíces –tan desarraigado se ve a sí mismo el escritor en un mundo lleno de sombras– y nos dice de manera clara y terminante, asi desde el principio que no hay carta de navegación posible, si acaso las posibilidades infinitas que nos brinda la astronomía. Un remedio demasiado lejano e improbable, o así nos lo hace sentir a lo largo de la primera parte del libro
“Existe un camino viejo
en los nombres de las cosas
y un reflujo continuo de tiempo
entre las sombras de los sueños”
Para el poeta la necesidad de sumergirse y de volar es un “capricho”, porque nada, en principio nos salva de nuestra irremediable soledad. A veces, esas profundidades no son acuosas sino térreas, “la profundidad de los túneles/ que van ahondando/ hormigas, larvas y raíces” o el mismo subsuelo que se esconde bajo el asfalto. Son estas referencias urbanas las que lo hacen rabiosamente contemporáneo, hermano. Para José Manuel Vivas la Naturaleza no se queda ahí, como un mero objeto de contemplación –moda poética a la que estamos lamentablemente tan acostumbrados– sino que se imbrica en la soledad, en la despedida, en el lastre que cada ser humano arrastra, este cansancio de cadenas/por lo que todo es tanto peso. La cima de las montañas se vuelven en este libro paradigma del éxito, cuando se nos advierte severamente que es el descenso de la misma el que conlleva el riesgo definitivo, verdadero. En realidad, el cuerpo humano comprende, a vista de pájaro, toda la belleza e inexplicable complejidad de la Creación entera, esa que se escribe con mayúsculas y surge de la página en blanco:
“Vuela sin más, observa
desde la mirada oscura de los huesos
como tiembla la tierra y sus bosques,
los desiertos y sus oasis desde el aire
invisible de tus arterias”.
El poeta nos engaña con sus instrucciones para submarinos pues se dice a sí mismo, al lector o al tú poético y amoroso que aparecerá, lo adelanto ya, en la segunda parte del libro, que se ha de buscar en lo alto “desde las lindes del agua hasta los cúmulos/altísimos de las nubes”. Siempre la poesía, incluso en sus formas más apegadas a la “realidad” apunta hacia lo alto. Es la elevación de Baudelaire, por encima de valles, lagos y montañas, que se escapa de los mórbidos miasmas. El dominio a que somete José Manuel Vivas a las palabras, la parquedad en el uso de metáforas, la hermosura finalmente que se alcanza e inunda al lector por muy duro que sea “el desteñir de los sueños” y una impotencia que se presume siempre, nos hace sentir como un regalo y el deseo de que surja finalmente un mapa con surcos astrales frente a la dureza de la existencia:
“Hay días,
algunos miserables días,
donde la luz parece una bala
de calibre desconocido
que alguien disparó
apuntando a nuestras cabezas.”
La segunda parte de este libro “Astronáutica” muestra el camino posible entre los posibles, si no el único, a los submarinos enredados en las sombras abismales. En ella aparece el “tú poético”, la amada, envuelta en una “nomenclatura de palabras secretas”. El submarino se vuelve ya carnal, no un sujeto de búsqueda sino un objeto, “dibujando naves espaciales/en mis labios, submarinos en mi lengua”. El mismo poeta lo explicita; el abrazo amoroso, la sensualidad devienen “el desenlace sin tapujos/de una astronomía/para submarinistas”. No pasa desapercibido que el submarino, tan imponente y misterioso, a veces siniestro en su caparazón metálico para defenderse de las miserias del mundo es ya y ahora el frágil, inquieto y juguetón submarinista en otro cuerpo. En este viaje, desde las profundidades de las aguas hasta la cima de los cielos no existe, sin embargo, descuido ni complacencia. El poeta no es ese ser cándido que piensa que el amor todo lo supera. Esta formulación no va más allá del puro anhelo. La inquietud se adueña del lector porque los amantes son pájaros entre la rendición y la esperanza, mas esta solo se consigue en un vuelo corto. En realidad, nos encontramos de golpe sin carta de navegación tampoco entre las estrellas
“(sabes) que no regresarás jamás
y que todo lo dejado y lo perdido
quedará dejado y perdido para siempre”
Se alcanzan momentos de gran lirismo amatorio, bien sabido que. aunque dudoso en su resultado final, es un equilibrio entre manejar el tiempo entre galaxias y las profundidades en las que se delinearon los fondos de ese amor submarino. El poeta, finalmente, no se despoja pero sí olvida su propio miedo y desarraigo, esa soledad cósmica que recorre los poemas, para ocuparse de los temores del ser amado, como la única solución transitoria, descubriendo nosotros los lectores, en un magistral guiño irónico que
esta astronomía para submarinos
que acabo de escribir
como otra nueva excusa
para nombrarte.
Gracias a José Manuel Vivas, que pone a disposición de los lectores de Abismos del Suroeste este libro nuevo profundo, rico y lleno de interpelaciones.