LA QUIETUD, un libro de ÁNGEL FERNÁNDEZ BENÉITEZ
Un episodio autobiográfico en estado puro. Un escritor, un poeta que describe su enfermedad. Sin florituras, sin literaturas, literatura despojada de ropajes. Continuos flashbacks, las confesiones de un gran hombre, reducido exteriormente a ser "un hombre bajito que ya no puede podar los árboles".
El escritor FAUSTINO LOBATO escribe sobre el libro:
"-El título, Quietud, expresa -de manera contundente- la realidad de nuestro autor, su pulso ante la vida más allá de un contexto cronológico. Angel, enfrenta su presente de forma kairológica. Como bien dice su prologuista, el hombre aprende a leer su “destino” ligado a los ciclos de la vida, al kairós antes que al kronos. Así es, el título de la obra nos pone ante la soledad interior del escritor que no hace ficción sino que cuenta, desnudándose, su experiencia más angustiosa, la de tener que encarar lo extraño, la incertidumbre de no saber qué ocurrirá en cada minuto"
El poeta JOSÉ INIESTA describe su vivencia del libro:
He paseado por La quietud, a paso lento, al lado del poeta y amigo Ángel Fernández Beneítez, como si solo a mí me contara lo que su libro cuenta, como si acaso fuera una confesión para mí y para el aire. Escribir la verdad y el dolor, las intimidades del dolor, siempre es valentía, y solo se puede hacer desde la libertad de espíritu, por necesidad también, desde un lugar llamado aceptación y rebeldía. Este libro es un diario sobre un poeta gravemente enfermo y su resurrección, la crónica de un alma golpeada por el dolor (físico y metafísico) y a un tiempo asombrada por la belleza de lo que se muestra, de lo que arrasa. Travesía, sin duda, por islas y desiertos hasta una mirada mejor, menos inocente, constatación quizás de una nueva vida que se columpia entre el sufrimiento y la belleza, los vaivenes del amor. Desnudez en estado puro, y un canto que aúna el grito y el susurro. Oficio de resistencia, de comprensión, elogio esta escritura por necesidad, este aliento rítmico que salva y justifica, que es capaz de poner orden al caos que se cierne sobre una vida y sus muertes, de dar sentido a la destrucción que se cierne sobre nosotros en medio del esplendor de una naturaleza que se repite con sus ciclos, que germina y florece siempre, los árboles que plantamos y que crecen en el jardín con qué fuerza hacia sus cielos. Sin duda la quietud de este hombre se mueve y nos conmueve, y escala a su más alto decir. Sin duda la quietud aúpa al pensamiento y anima al corazón, justifica por amor a la palabra los desórdenes de la vida, nos encala en algo más hondo y más hermoso en medio de la desolación, frente a los paisajes desiertos de la fatalidad. Pesar y gratitud en unos ojos que nos ven. Palabra desnuda y firme ante el desvalimiento de la enfermedad, pero palabra capaz de hacer volar a un hombre anclado a una silla de ruedas, palabra que edifica una manera distinta de mirar el mundo, de mirar mucho más dentro y más lejano, capaz de hacer que un hombre ame con mayor intensidad al mundo y a los seres que lo rodean. Palabra en la polvareda de los días construyendo sus rosas, materializando la belleza áspera del existir. Gracias, poeta.